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5º Aniversario de Creditomype: La intermediaria financiera que ayuda a los emprendedores a alcanzar el éxito

En un sistema donde el acceso al financiamiento solía estar reservado para unos pocos, surgió una fintech decidida a dignificar al emprendedor desde su esencia. A cinco años de su fundación, Creditomype no solo crece, sino que redefine el vínculo entre crédito, confianza y progreso en el Perú profundo, todo con la certificación de la SBS. 

El inicio entre puestos de frutas y ferreterías

No empezó en una torre de oficinas ni entre trajes oscuros. El germen de Creditomype se gestó entre mercados mayoristas, ferreterías de barrio y ferias ambulantes. Alberto Silvestre, su CEO, recuerda ese primer año como un recorrido de escucha activa: “Tocábamos puertas, escuchábamos historias de lucha. La banca tradicional no estaba ahí. Nosotros, sí”.

En un país donde el 99% de las empresas son micro o pequeñas, el acceso a crédito formal sigue siendo una carrera cuesta arriba. Y, sin embargo, fue en ese vacío donde Silvestre vio una oportunidad: transformar la desconfianza en vínculo, y el trámite en herramienta.

Las palabras clave eran entonces —y siguen siendo hoy— cercanía financiera, crédito para emprendedores, educación económica, fintech humana.

Una fintech con alma: cuando el crédito deja de ser un trámite

Lo que distingue a Creditomype no son solo sus productos, sino su forma de estar. “Somos distintos porque somos reales”, dice Silvestre con la naturalidad de quien no está vendiendo humo. Automatizan procesos, sí. Pero conservan algo inusual en el sector: humanidad.

Cada cliente —sea una comerciante que quiere ampliar su puesto en Gamarra o un joven que inicia en ventas digitales— tiene un asesor real, con rostro, con voz. No hay letras pequeñas ni promesas infladas. Hay acompañamiento. Hay conversación.

Creditomype ofrece hoy desde préstamos con garantía hipotecaria hasta empeños rápidos con joyas, además de líneas grupales para quienes recién comienzan. “La confianza se construye con acciones, no con promesas”, resume Silvestre.

Una frase poderosa, cargada de una tendencia de consumo financiero creciente: los usuarios buscan finanzas transparentes y modelos relacionales, no simplemente capital.

Innovar sin despegar los pies del suelo

Al hablar del futuro, Silvestre no se deslumbra con el ruido digital. Piensa en innovación con una brújula clara: empoderar. “Queremos ser la fintech que más empodera emprendedores en el Perú”, dice. No se trata solo de dar dinero, sino de abrir puertas.

La visión incluye programas de educación financiera, redes de apoyo a mujeres líderes, y soluciones para jóvenes que quieren formalizar sus sueños. También están desarrollando herramientas digitales que permitan acceder a crédito de forma inmediata, sin fricciones ni papeleos eternos.

Aquí, las palabras clave secundarias se mezclan con naturalidad: inclusión financiera, digitalización bancaria, soluciones crediticias para mypes.

El valor intangible: confianza como motor de crecimiento

En tiempos de incertidumbre, donde escándalos financieros erosionan la fe pública, Creditomype ha encontrado en la transparencia su capital más sólido. Más del 70% de sus clientes regresan por un segundo crédito. Y lo hacen, dice Silvestre, porque “saben que no los vamos a soltar”.

No es solo marketing de boca a boca. Es una red de microconfianza tejida en los márgenes del sistema bancario. Vecinos que recomiendan a vecinos. Madres que apuestan por hijas. Emprendedores que por fin sienten que tienen con quién contar.

El Perú que crece desde abajo

Silvestre lo dice sin dramatismo: “Nuestro sueño es simple pero potente: que en cada distrito del país haya alguien que diga ‘yo crecí gracias a Creditomype’”. No es un eslogan. Es una visión de país.

Porque en el Perú del siglo XXI, el crecimiento no vendrá solo de arriba hacia abajo. Vendrá también —y sobre todo— desde la bodega que se amplía, desde la textilera que exporta su primer lote, desde el joven que deja de temerle al sistema financiero.

Creditomype ha entendido algo que muchos siguen ignorando: el crédito, cuando se da con respeto y empatía, no es deuda. Es posibilidad.