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Emilio Noguerol: Entre libros y leyes, una forma de mirar el mundo

Entre la lógica del derecho y la intuición literaria, hay un territorio de tensión fértil. Emilio Noguerol lo habita con una convicción que desborda cualquier categoría. Abogado por formación, escritor por necesidad vital, ha aprendido a caminar la cuerda floja entre la precisión de los códigos y la hondura de las historias. En su universo, los conceptos jurídicos no están reñidos con la belleza del lenguaje, y las palabras, más que herramientas de argumentación, son puentes hacia el alma de un país que aún busca entenderse a sí mismo.

El derecho como texto, la literatura como contexto
Para Noguerol, no hay frontera rígida entre sus dos vocaciones. El derecho le exige claridad y estructura; la literatura le recuerda que toda norma nace de un conflicto humano. Esa dualidad, lejos de ser una contradicción, le ofrece una mirada más amplia y sensible del mundo. Mientras escribe su próxima novela —una historia sobre un joven abogado atrapado entre ideales románticos y realidades político-jurídicas, encuentra en esta tensión la semilla de su creatividad.

Pero no se trata de embellecer el lenguaje jurídico, aclara. Su meta es que el derecho no pierda el sentido de humanidad que lo justifica. En un entorno donde las palabras se endurecen y se vacían, su tarea es insuflarles vida, emoción, propósito. Ambas disciplinas —el derecho y la literatura— le han enseñado a leer más allá de lo escrito: a detectar lo que se silencia, a entender lo que se sugiere. Una herramienta indispensable en tiempos donde la verdad suele quedar sepultada bajo estridencias.

Escribir como acto de resistencia ética
En una era dominada por la urgencia y la inmediatez, Noguerol ha hecho de la escritura un espacio de pausa. Para él, escribir es una forma de desobedecer al ritmo impuesto: lo obliga a cuestionarse, a repensar, a elegir cada palabra con responsabilidad. Esa conciencia lo acompaña cada mes en su columna Sala de máquinas, publicada en el diario La República, donde reflexiona sobre política, derecho y sociedad.

Detrás de cada frase, hay una intención ética: decir lo que otros callan, complejizar lo que se intenta simplificar. Frente al uso del lenguaje como arma de manipulación, su apuesta es clara: escribir con honestidad como un gesto político y de cuidado. Porque —insiste— la palabra no solo describe el mundo; puede también transformarlo.

Derechos humanos en tiempos de cinismo
Desde su doble rol de abogado y autor, observa con preocupación la erosión de los valores democráticos en el Perú. La desmemoria colectiva, advierte, está debilitando los cimientos de nuestra convivencia. En ese escenario, la defensa de los derechos humanos no puede quedar reducida a discursos vacíos. Requiere acción, vigilancia y pensamiento.

Es ahí donde la narrativa cobra un rol urgente. A través de las historias, se puede despertar empatía, recordar lo que se quiso olvidar, encender preguntas incómodas. Noguerol cree en el pensamiento crítico como un antídoto frente al cinismo y la manipulación. Y en una ciudadanía que, para ser plena, necesita cuestionar tanto como expresarse.

Una huella más allá de los logros
Más que cargos o victorias jurídicas, Emilio aspira a dejar una huella humana. Una señal que invite a las nuevas generaciones a no ceder al pragmatismo sin alma. Quiere demostrar que es posible ser eficiente sin volverse indiferente, ambicioso sin perder el propósito.

Su anhelo no es ser recordado por un título, sino por haber intentado que el derecho se reconecte con su dimensión más esencial: la justicia. Si sus textos, sus clases o incluso una conversación casual logran sembrar en alguien el deseo de pensar con profundidad y actuar con convicción, sentirá que su camino tuvo sentido.

Porque, al final, entre la ley y la palabra, hay un mismo llamado: el de no renunciar nunca a la posibilidad de imaginar un mundo mejor.

Escribe: Romina Polti