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Guillermo González: De la intuición al proceso comercial

Pocas trayectorias en el mundo de los negocios están marcadas por una coherencia tan férrea entre lo que se dice y lo que se hace. Guillermo González, consultor de ventas, empresario y autor de bestsellers, ha construido una carrera de más de 25 años sin atajos ni personajes prestados, apostando siempre por una visión genuina de la venta como herramienta de transformación personal y profesional.

De la necesidad al propósito

Antes de convertirse en un referente, Guillermo descubrió la venta como una forma de sobrevivir emocionalmente. Según relata, empezó a venderse a sí mismo cuando comprendió que no encajaba en los estándares sociales. A partir de esa experiencia, entendió que para vender algo —sea un producto, una idea o una versión de uno mismo— hay que creer en ello. Ese principio, visceral y honesto, sería la base de toda su carrera.

Su historia personal también refleja una evolución constante. Desde sus días como estudiante de radio en un pueblo sin televisión hasta sus años en Estados Unidos, donde se formó en medios de comunicación, cada etapa de su vida se convirtió en un peldaño hacia una visión más clara: ayudar a otros a vender desde la autenticidad. Su primera empresa fracasó, pero le dejó una lección que marcaría su sello profesional: la gente no consume estructuras, consume ideas con alma.

Método propio, voz propia

González no encontró todo lo que buscaba en los libros clásicos de ventas. Por eso decidió escribir los suyos. Su primer título, El árbol de la imaginación, fue el punto de partida de una metodología que combina creatividad, intuición y disciplina. Luego vendrían De comerciante a empresario y El Misil Comercial, obras que reflejan su obsesión por convertir el acto de vender en una experiencia sistemática y poderosa.

En paralelo, su presencia en medios lo catapultó al reconocimiento popular. El programa Desafío Mostrador, considerado el primer reality de negocios en Latinoamérica, marcó un antes y un después en su carrera. Luego llegó Instagram, plataforma que convirtió en un espacio de enseñanza, desahogo y conexión directa con miles de seguidores. Lejos de crear un personaje, González insiste en ser él mismo en todo contexto, sin filtros ni guiones.

Comerciante vs. empresario: una cuestión de mentalidad

Uno de los ejes de su discurso —y de sus consultorías— es la diferencia entre el comerciante y el empresario. No se trata de tamaño ni de cifras, sino de cómo se piensa. Para González, el comerciante sobrevive; el empresario trasciende. El primero ve gastos; el segundo, inversiones. El comerciante vive en el presente o el pasado; el empresario construye desde el presente con visión de futuro. Esa diferencia lo guía cada vez que trabaja con un cliente o escribe un nuevo capítulo de su propuesta.

Y si hay algo que valora por encima de todo es el concepto de sistema. Sin estructura, sin procedimientos y sin claridad operativa, ningún negocio puede escalar. De ahí que, más allá de inspirar, su trabajo consista en construir mecanismos concretos para que las empresas funcionen sin depender de un solo individuo.

El impacto como motor

González lo resume con claridad: la única manera de volverse un empresario exitoso es mejorarle la vida a muchas personas. Por eso su labor no se limita a enseñar a vender, sino a transformar. Ya sea en una charla, un video o una mentoría, busca que cada emprendedor descubra su potencial, diseñe su propio camino y entienda que el éxito no está en lo que uno hace, sino en lo que uno es.

Desde hace un tiempo, su foco está en expandir su presencia por toda Latinoamérica. Ya ha llegado a México, Colombia, Chile, Panamá y ahora Perú, siempre con la misma visión: ayudar a convertir comerciantes en empresarios. El sueño que lo mueve —ser el consultor de negocios más influyente del mundo— no se mide en cifras, sino en propósito.

La autenticidad como activo irrenunciable

Quizás su mayor fortaleza sea no haber intentado nunca agradar a todos. Habla como piensa, escribe como siente y grita si lo cree necesario. Algunos lo critican por eso, pero muchos más lo siguen por la misma razón. En un entorno donde las apariencias son moneda corriente, su autenticidad es una anomalía valiosa.

No tiene ídolos de cartón ni quiere parecerse a nadie. Su mayor referente, dice, fue su abuela Dora, una enfermera que curaba sin tener estudios, pero con una convicción invencible. Como ella, él también cura, aunque sus herramientas sean la palabra, el consejo y la estrategia comercial.

Guillermo González no vende fórmulas mágicas. Vende verdad, método y visión. Y por eso, más que un vendedor, se ha convertido en un faro para quienes buscan trascender.

Escribe: Romina Polti