No todo contenido está hecho para entretener. Hay publicaciones que, al deslizarse, desestabilizan certezas, iluminan silencios o simplemente nos invitan a mirar con más cuidado. En ese espectro complejo y fascinante de las redes sociales, Maricarmen Godoy ha tejido una narrativa que escapa a la fórmula: entre ironía y honestidad, estética y crítica, humor y profundidad, se posiciona como una influencer contemporánea con propósito.

De la ironía al impacto: cuando el juego se volvió mensaje
Al inicio, todo parecía liviano. Compartir lo cotidiano, comentar con humor, hacer de lo trivial una excusa para conectar. Sin embargo, en algún punto del recorrido, Maricarmen entendió que la pantalla no es solo un espejo: también es un altavoz. Consciente del poder de influencia que habita en lo espontáneo, fue desplazando la mirada: “Dejé de verlo como una broma y me di cuenta de que, con una plataforma, puedes alzar la voz frente a distintas problemáticas”, explica. Así, su contenido comenzó a evolucionar desde lo anecdótico hacia una expresión que conjuga entretenimiento y sensibilidad social.
El tránsito no fue abrupto. Más bien, una cadena de intuiciones, contradicciones y pequeños despertares que, al acumularse, definieron una postura. Hoy, lo que comparte en redes es una mezcla matizada: fragmentos de su vida, sí, pero también reflexiones que abren espacios de pensamiento. “La gente subestima el poder del humor”, sostiene. “Para mí, es una de las mejores armas para decir cosas incómodas con cercanía”.

La pasarela como espejo: presencia, cuerpo y confianza
Antes de las redes, estuvo la cámara. El modelaje no fue solo una etapa, sino un aprendizaje profundo sobre el cuerpo como lenguaje. En ese entorno exigente —donde la estética parece dictar las reglas—, Maricarmen encontró algo más que poses: descubrió que la presencia comienza desde adentro. “Como te sientes es como te ves”, afirma. “Hubo veces en que no me sentía segura, pero el modelaje me enseñó a proyectar lo contrario. Y al final, al lucir más segura, terminé sintiéndome así de verdad”.
La experiencia no fue sencilla. Como muchas mujeres en ese rubro, tuvo que navegar entre estándares imposibles y miradas ajenas. Pero también aprendió a apropiarse del espacio: a reconectar con su propia imagen y reformularla desde la autenticidad. Más que lucir perfecta, eligió comunicar verdad. Y eso, incluso en el universo visual, se nota.
Narrativa sin etiquetas: entre lo personal y lo político
En una era marcada por algoritmos y filtros, lo genuino parece una excepción. Maricarmen, sin embargo, ha hecho de esa transparencia una bandera. “Mi contenido no encaja en una sola casilla”, dice. “Como cualquier persona, soy compleja”. Así, en su perfil conviven videos de rutina con críticas sociales, experiencias personales con análisis de fenómenos colectivos. No hay impostación ni estrategia rígida: hay intuición, honestidad y un deseo constante de decir algo que importe.
Su brújula está clara: conciencia social, transparencia y autenticidad. Nada de máscaras digitales. Nada de seguir un guion que no resuene. Incluso cuando juega con el humor, lo hace con intención. Porque detrás de cada gesto hay una historia, y detrás de cada publicación, una decisión. En un entorno que premia la inmediatez, ella apuesta por lo duradero: una comunidad que la escucha no solo por lo que muestra, sino por lo que representa.

Belleza no como medida, sino como experiencia personal
En el universo del modelaje, donde los criterios de belleza se imponen con precisión matemática, la autenticidad puede sentirse como una rebeldía. Para Maricarmen, el gran aprendizaje fue entender que esa belleza no es un estándar fijo, sino una percepción moldeable. “Esta belleza no siempre se ve del mismo modo”, reflexiona. “Más bien se crea, se siente. Es subjetiva”.
Hoy, su relación con la autoimagen se define desde otro lugar. Ya no se trata de ser suficiente para una industria, sino de ser suficiente para sí misma. Esa perspectiva le permite filtrar las críticas sin que la definan, y recordar que el valor propio no se negocia con validación externa. Es un mensaje silencioso, pero poderoso, que se cuela en su contenido: belleza no es solo lo que se ve, sino lo que se sostiene sin tener que explicarse.
Ser influencer, en el caso de Maricarmen Godoy, no es una meta ni una etiqueta: es un espacio de responsabilidad creativa. Una plataforma que, lejos de repetir fórmulas, se renueva desde lo honesto. Entre una estética cuidada y una narrativa con visión, su presencia digital no busca convencer, sino conectar con quienes también están pensando, dudando o reinventándose. Porque a veces, el cambio empieza por una publicación que, en lugar de seguir la corriente, decide abrir los ojos.
Escribe: Romina Polti