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Kilo presenta “Meat & Wine”: La cena maridaje que despierta los sentidos

Kilo Restaurante unió en un rito nocturno texturas, aromas y melodías. La cena maridaje “Meat & Wine” convocó a un selecto grupo de invitados que, entre copas de prestigiosas bodegas argentinas y cortes exclusivos de carnes, vivieron una experiencia sensorial conducida por la sommelier y brand ambassador Agustina Goldsack, bajo la complicidad culinaria del embajador de carnes del Perú, Raúl Cárdenas de Vittory Meats.

La elegancia de los vinos y la voz de la tierra
Las copas se llenaron de historias embotelladas. Cada sorbo revelaba una narrativa distinta, desde la profundidad del Catena Appellation La Consulta Malbec hasta la fineza del Catena Appellation San Carlos Cabernet Franc. La velada continuó con etiquetas que llevan consigo décadas de tradición como Angélica Zapata Malbec, Luca Old Wine Malbec o la intensidad lírica del El Enemigo Single Vineyard Malbec, vinos que resuenan como capítulos de una misma obra vitivinícola.

Goldsack guio a los presentes en este viaje de aromas y texturas, descifrando los matices de cada copa con una cadencia que invitaba a escuchar el vino más allá de su sabor. Era un diálogo íntimo entre la memoria de la uva y la sensibilidad del paladar.

El lenguaje secreto de los cortes
Si el vino fue poesía líquida, las carnes fueron su contraparte terrenal. Raúl Cárdenas, maestro en el arte de la carne, presentó cortes que iban más allá de lo gastronómico para convertirse en un manifiesto de origen y calidad. Desde el Corazón de Cuadril Argentino Muge hasta el Baby Beef Wagyu, cada pieza parecía cargada de identidad y carácter.

La carta diseñada por Vittory Meats incluyó joyas como la Picanha USA Angus, el Costillar Hueso Completo o el Flat Iron Wagyu, cortes que encontraron en el fuego el lenguaje de lo esencial: ese momento en que la carne se transforma en experiencia compartida, en recuerdo palpitante.

Cuando la música se convierte en vino
El aire también se llenó de compases. El grupo Rumba Kings desplegó un repertorio flamenco que dialogaba con la velada como un eco vital. La música no acompañó: dialogó, intensificó y llevó a los presentes a un terreno emocional donde lo culinario y lo artístico se fusionaron con naturalidad.

Los acordes se deslizaron entre copas y platos, como si cada nota maridara con un corte, con un vino, con un instante. El ritmo fue el telón invisible que unió los sentidos, elevando la experiencia a la categoría de celebración cultural.

No fue solo una cena. Kilo Miraflores propuso una noche donde el vino y la carne dejaron de ser ingredientes para convertirse en símbolos. Una velada que recordó a todos los presentes que la gastronomía no se mide en platos, sino en emociones que permanecen más allá de la mesa.

Escribe y fotos: Nasim Mubarak