Hay canciones que no se limitan a sonar: germinan. Entre acordes suaves y atmósferas cálidas, “GIRASOLES” se abre como la primera luz tras una noche larga, invitando a mirar hacia adentro. Con este sencillo, Manu Blume inaugura un viaje artístico y espiritual de seis temas que giran en torno a la sanación, la verdad y la libertad del alma.

Una declaración de florecimiento
La joven artista peruana de 23 años no canta desde la superficie, sino desde un proceso íntimo de transformación. “Esta canción nació cuando dejé de intentar controlarlo todo, y decidí confiar en mi alma. Me rendí al amor, a lo real, a lo que ya soy”, confiesa Blume, con la sinceridad de quien ha cruzado una frontera invisible: la del miedo al descubrimiento propio.
“GIRASOLES” es un himno delicado a ese instante exacto en el que el alma decide expandirse. Entre notas luminosas y letras despojadas de artificio, la pieza se convierte en un recordatorio de que la oscuridad nunca es definitiva: siempre existe un resplandor esperando ser reconocido.



Arte como medicina
La obra de Blume no se limita a la música. Como compositora, artista visual y terapeuta creativa, su universo está tejido con naturaleza, infancia, cuerpo e intuición. Cada una de sus creaciones nace de la certeza de que el arte puede ser medicina: un vehículo de consciencia y sanación que toca al oyente más allá del oído.
La propia artista lo ha dicho en más de una ocasión: su propósito es recordar a otros quiénes son realmente. Y en ese recordar, ofrecer un espacio de libertad. “GIRASOLES” es apenas el inicio de un recorrido que promete atravesar sombras, miedos y cicatrices, hasta llegar a la luz interior.

Cuando la canción termina, queda la sensación de un campo en movimiento, un horizonte cubierto de girasoles que, como los cuerpos y las almas, buscan siempre al sol. Allí, en ese gesto de apertura, florece la verdadera libertad.
Escribe: Nataly Vásquez