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Grupo Takami: Transformando la mesa bogotana en mosaico de culturas

La mesa bogotana no siempre fue lo que es hoy. Hubo un tiempo en que comer sushi era casi una rareza, y la palabra “fine dining” sonaba lejana, como un eco importado. Dos décadas y media después, Bogotá respira diversidad gastronómica: de las cocinas japonesas a las brasas mexicanas, de la sobriedad europea a la vitalidad peruana. En el centro de esa transformación, con la paciencia de quien construye a fuego lento, está Grupo Takami.

El primer restaurante lo abrimos en el último semestre de la universidad. Era un lugar pequeño, de sushi, hecho más desde la pasión que desde un business plan”, recuerda Felipe Vázquez, cofundador y líder del grupo, durante una entrevista exclusiva con Signature. Aquel gesto espontáneo en 2001 se convirtió en una historia que hoy reúne 23 marcas, 43 puntos de venta y 1.500 colaboradores.

El origen en la pasión

Hablar con Vázquez es recorrer, entre líneas, el tránsito de Bogotá hacia una escena cosmopolita. “En ese momento la industria de restaurantes era muy distinta. Hemos sido testigos de cómo cambió todo: los hábitos de consumo, la manera de salir, el rol social de los restaurantes”, afirma.

Lo que comenzó como un pequeño local de treinta puestos pronto se multiplicó. Osaki, su segunda apertura, fue la confirmación de que el camino estaba marcado. “Al principio tocaba hacer de todo: ser mesero, ser cajero, lo que hubiera que hacer. No teníamos experiencia, solo el gusto por la comida”.

La llegada de su hermano, entonces banquero de inversión, marcó un punto de inflexión: organización, visión a largo plazo y el inicio de una empresa que dejaría atrás la informalidad de los primeros años para convertirse en referente de gestión y creatividad.

Diversidad como lenguaje

Hoy, el portafolio de Takami es un mosaico de experiencias. Restaurantes japoneses, italianos, mexicanos, peruanos; conceptos que van desde lo casual hasta el fine dining más riguroso. “No se trata de copiar y pegar. Cada marca tiene personalidad propia, pero todas comparten una misma cultura”, asegura Vázquez.

Ese equilibrio se sostiene en un soporte invisible: tecnología, compras, mantenimiento, talento humano. Un back office robusto que permite que cada propuesta brille sin perder coherencia. La colaboración con chefs internacionales como Rafael Osterling ha reforzado esa apuesta: talento que llega de fuera, pero que se integra a la identidad bogotana.

Bogotá como escenario

Resulta revelador que, tras 25 años, todo ocurra en Bogotá. “Eso nos da un conocimiento profundo del cliente, del mercado, de las tendencias. Sabemos qué cabe y hasta dónde es viable”, explica.

Su mirada es clara: Colombia no tiene un plato unificador como el ceviche en Perú o el taco en México, pero Bogotá se ha convertido en una de las escenas gastronómicas más dinámicas de la región. “Cuando uno viene a Bogotá se encuentra con una ciudad llena de opciones y un nivel que ha mejorado muchísimo. Creo que sí hemos contribuido a esa evolución y profesionalización”, reflexiona.

Un espíritu joven

El aniversario de Takami no es un cierre, sino un nuevo comienzo. “El espíritu de Takami tiene muchísima pasión. Nuestro propósito superior no es abrir restaurantes, sino transformar la vida de manera positiva de las personas que pasan por aquí”, dice Vázquez.

Pasión, disciplina, juventud y experiencia: esa mezcla explica la vigencia de un grupo que ha sabido crecer sin perder autenticidad. En sus palabras finales hay una convicción serena: “Nos sentimos jóvenes a pesar de los 25 años de oficio. Todavía tenemos ganas de hacer, de probar”.

La historia de Takami es, en el fondo, la historia de Bogotá: una ciudad que aprendió a comer mirando hacia afuera, pero que supo reinventarse hacia adentro. Una ciudad que encontró en la mesa un lugar para reunirse, celebrar y soñar.

Escribe: Nataly Vásquez