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Sonia Cunliffe desembarca en el Hay Festival Arequipa con “Las monjas y la mar”

Entre la piedra blanca y la luz líquida de Arequipa, el silencio se vuelve un lenguaje. Allí, donde la historia respira entre claustros y volcanes, Sonia Cunliffe despliega Las monjas y la mar, una exposición que transforma la contemplación en un acto de redención estética. En el marco del Hay Festival 2025, la artista peruana invita a mirar de nuevo lo que creemos conocer: la quietud, la devoción, la vida que ocurre detrás de los muros.

La belleza de lo inadvertido

Las trece fotografías que componen la muestra, tomadas en 2016, capturan un instante improbable: un grupo de religiosas riendo, caminando, dejando que la espuma les toque los pies. En cada imagen hay una coreografía íntima entre el hábito y la brisa, entre la fe y la inocencia del juego. No hay solemnidad en sus gestos, sino una ligereza casi sagrada, un recordatorio de que lo divino también habita en la alegría sencilla.

Cunliffe revela —sin pronunciarlo— que la plenitud espiritual no necesita de ceremonias, sino de presencia. Cada encuadre es una pausa, un respiro en medio de la urgencia contemporánea. “Estas escenas”, dice la artista, “reflejan una felicidad auténtica que surge de la conexión con el entorno”. Y en esa conexión, el arte se convierte en una forma de oración silenciosa.

Treces que dialogan

Exhibir Las monjas y la mar en 13 Monjas, el espacio cultural y gastronómico donde se presenta, es un gesto que bordea el destino. No es solo coincidencia: es una resonancia simbólica. “Fueron trece las monjas fundadoras del Monasterio de Santa Catalina”, recuerda el curador Alonso Tejada Polar, “mujeres distintas y complementarias, como el blanco y negro de las fotografías de Sonia”.

El restaurante —templado entre lo espiritual y lo sensorial— prolonga el eco de las imágenes, convirtiendo la contemplación en experiencia compartida. Allí, la fotografía dialoga con el aroma, la sombra y la conversación. Y a partir del 20 de noviembre, cuando la sala se ilumine solo con velas, el espectador ingresará a un territorio donde la penumbra se vuelve piel y la mirada, una forma de recogimiento.

El arte como comunidad

Cunliffe no concibe la creación como un gesto aislado. Su trayectoria —de la Bienal de La Habana a la de Lubumbashi— ha sido una búsqueda constante por involucrar al otro en la obra. “El arte ya no está solo para observarlo”, afirma, “está para que la gente encuentre esperanza”. En esta exposición, esa idea cobra forma tangible: la emoción se comparte, el asombro se contagia, el espectador se reconoce en la mirada de las monjas, en el rumor del mar que las envuelve.

El acompañamiento editorial de la muestra —un libro-objeto con textos de Fernando Ampuero y Juan Antonio Molina— prolonga la experiencia más allá del muro. Es una extensión táctil y poética de la exposición, un objeto que invita a tocar lo que antes solo se contemplaba.

El rumor que queda

En Las monjas y la mar, Sonia Cunliffe reconfigura la idea de lo sagrado. Nos recuerda que la belleza no siempre reside en lo extraordinario, sino en los gestos que el tiempo olvida: una risa al sol, una mirada perdida en la marea. Entre lo visible y lo invisible, la artista traza un puente hacia la ternura, hacia ese territorio donde la fe se parece mucho a la calma.

Porque al final, toda obra que conmueve deja un rumor: el del mar cuando se retira, el de la memoria cuando vuelve a hablar.

La exposición puede visitarse hasta el 30 de noviembre en 13 Monjas (Calle Santa Catalina 300b1, Arequipa), en el marco del Hay Festival 2025.

Escribe: Nataly Vásquez