El aroma del tartar de atún se mezclaba con risas contenidas y silencios cómplices. En Surco, las oficinas de Grupo Coril se transformaron por una noche en un escenario donde la amistad y la gastronomía se entrelazaban con la precisión de un gesto aprendido: la edición Julio’s Coril Palace del Club de Toby ofreció más que comida; ofreció una experiencia suspendida entre la memoria y el presente.

Entre baberos y sabores
Cinco nuevos miembros se incorporaron al club: Enzo Contreras, Kai, Mathias y Julian Lange, y Patrick Liptak, cada uno recibiendo su babero como un ritual que marca pertenencia y continuidad. La velada giró en torno a la cocina de autor. Galo José Yépez Garcés, recién nombrado chef oficial, imprimió su sello en cada plato: del Pollo Tikka Massala a la Sopa de Quinua y Pollo, con destellos de imaginación que dialogaban con la tradición. Cada creación —del Kassler mit Sauerkraut und Kartoffeln al Arroz Meloso con Carnes— se convirtió en una narrativa sensorial que unía historia y técnica.



El gesto de compartir
La noche reunió cerca de 100 Tobys, entre conversaciones que se hacían ecos de anécdotas pasadas y la calidez de un ritual repetido pero siempre renovado. La mesa se transformó en un lienzo donde cada plato era pincelada, cada gesto de camaradería, textura. Julio César Cáceres, como anfitrión, cerró la velada con postres que suspendían el tiempo, recordando que la verdadera exquisitez reside en la complicidad, más que en el sabor.
En el Club de Toby, cocinar y compartir no es solo un acto: es un lenguaje, una manera de decir que la amistad, el talento y la tradición pueden habitar un mismo espacio, y que la memoria del encuentro permanece mucho después de apagadas las luces.


Escribe y fotos: Nasim Mubarak