La Pelousse del Jockey Club se transformó durante tres noches en un escenario casi teatral: luces suspendidas sobre la hierba, copas que tintineaban como si marcaran un compás invisible, aromas que viajaban entre la madera, la fruta y la tierra húmeda. Era septiembre en Lima, y la ciudad encontraba en el Expovino Wong 2025 no solo una feria, sino una celebración cultural. Más de 140 bodegas de nueve países se reunieron para ofrecer un “Festín de Sentidos” donde el vino se convirtió en lenguaje común, y la gastronomía —con nombres como Maido, Isolina, Lunática o Rossa Pizza Apassionata— completó la sinfonía multisensorial.


Donde la copa es también un mapa
Caminar entre los stands fue como recorrer geografías en miniatura. De España a Chile, de Argentina a Italia, las etiquetas contaban historias de tradición y modernidad, de viñedos que resisten al tiempo y de bodegas que apuestan por la innovación enológica. El Club de Cata se presentó con un portafolio que sedujo a expertos y curiosos por igual: Laus, Terras Gauda y Petit Pittacum de España; Finca El Origen, Casarena y Casa Boher de Argentina; Stocco de Italia; y O’Higgins de Chile, cada una mostrando botellas que eran más que bebidas: eran territorios embotellados.
Varias de estas etiquetas alcanzaron reconocimiento en la competencia oficial: Laus Reserva Cabernet Sauvignon obtuvo Medalla de Oro con 92 puntos, mientras que Petit Pittacum Mencía y O’Higgins Reserva Cabernet Sauvignon se llevaron la Medalla de Plata, confirmando que la excelencia no tiene fronteras.

Perú levanta su propia copa
Entre tanto acento extranjero, el orgullo nacional se impuso con fuerza. Santiago Queirolo brilló con su Pisco Intipalka Mosto Verde Quebranta, galardonado con Gran Medalla de Oro, y con su Vino Intipalka Patrimonial Torontel, premiado con Medalla de Oro. Perú no solo celebraba a los invitados: se celebraba a sí mismo, mostrando que su destilado y su viña pueden competir con elegancia en la mesa internacional.
No menos relevante fue la presencia de Pisco La Blanco, que presentó su línea Gran Herencia y Clásicos, mientras que Kahan Licores arrasó con un palmarés envidiable: Trumpeter Rosé Malbec, Nieto Senetiner Estate Malbec, Cadus Apellation Malbec y Rutini Encuentro Malbec, todos distinguidos con Medallas de Oro. El broche de oro llegó con el Nieto Senetiner Cadus Assemblage, elevado a la categoría de Gran Medalla de Oro, símbolo de un blend que se impone como obra maestra.


Más allá del brindis
En el Expovino, cada sorbo fue también un gesto de contemplación. El vino, como toda obra de arte, exige pausa: detenerse en el color, respirar el bouquet, dejar que la lengua descubra matices de frutos, minerales y especias. Pero este festival no fue solo una degustación: fue un encuentro de sensibilidades. En un mismo espacio, los ritmos de la música en vivo se mezclaban con la calidez de una pizza al horno, con la sutileza de un sashimi de Maido, con la conversación entre desconocidos que, por unas horas, se convirtieron en cómplices de copa.
En la memoria de quienes asistieron quedará la sensación de haber sido parte de algo más grande que un evento vinícola: un rito colectivo en el que el vino se alzó como metáfora de la vida misma —compleja, cambiante, profunda—, capaz de unir territorios, generaciones y culturas en un mismo brindis.
Escribe y fotos: Nasim Mubarak