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Nair Aliaga: La voz que juega de local

El periodismo deportivo, para Nair Aliaga, no comenzó en una sala de redacción ni en un set de televisión. Comenzó entre goles improvisados en el parque, bajo el sol de recreos escolares, cuando jugar al fútbol era también aprender a observarlo, a sentirlo. Aquella niña que se aventuraba entre pelotas y programas deportivos es hoy una de las voces jóvenes más lúcidas del periodismo futbolero en el Perú. Con una mezcla de rigor, sensibilidad y mirada crítica, ha construido una narrativa donde la cancha no solo se juega, también se cuenta.

El juego como lengua materna
Desde aquella infancia sin cromos de ídolos colgados en la pared, el balón llegó a ella como un acto de descubrimiento propio. Jugaba con chicos y chicas por igual, libre de estereotipos, atesorando las primeras victorias y derrotas con la naturalidad de quien aprende un idioma nuevo. Fue entonces cuando comprendió que el deporte podía contarse más allá del marcador: como una narrativa colectiva que mezclaba geografía, identidad y afecto.

Ese deslumbramiento se consolidó en Sudáfrica 2010; ver a Sara Carbonero entrevistar a Iker Casillas la convenció de que la pasión y el rigor podían convivir ante las cámaras. Desde ese momento, Aliaga se prometió que algún día cubriría un Mundial y que lo haría con la misma emoción que la sedujo de adolescente, pero con el criterio que exige la crónica moderna.

La cercanía como brújula editorial
Sin padrinos mediáticos, su primera tribuna fue Twitter. Allí, entre hilos tácticos y debates de hinchaje, descubrió que la audiencia valora la autenticidad tanto como la información. Responder mensajes, explicar datos y escuchar críticas no era una estrategia: era su modo natural de entender la conversación digital. Esa interacción constante moldeó una voz empática, libre de solemnidad, capaz de tender puentes con hinchas que buscan algo más que la noticia desnuda.

A la par, fue delineando una ética innegociable. Rechazó favores que pudieran comprometer su independencia y aprendió a separar su corazón crema de la responsabilidad de la cabina. El resultado es un estilo en el que la objetividad convive con el fervor, demostrando que se puede sentir el fútbol y, al mismo tiempo, contarlo con cabeza fría.

Veracidad en la era del instante
Aliaga reconoce que la velocidad seduce: el clic inmediato, la tendencia efímera, la necesidad de ser primero. Confiesa que, al inicio, la prisa le costó un traspié informativo; bastó para entender que la credibilidad se quiebra más rápido que una racha goleadora. Desde entonces, cada dato que comparte pasa por una doble confirmación, incluso si eso significa llegar segundos al timeline.

Esa disciplina le ha permitido migrar con naturalidad a formatos nuevos —de TikTok a Twitch— sin sacrificar el rigor. Adaptarse a los algoritmos, dice, es parte del juego contemporáneo, pero recordar que detrás de cada pantalla hay seres humanos deseosos de claridad y contexto es innegociable. Así, su audiencia encuentra en ella una guía que interpreta la vorágine sin consumirla.

Un legado escrito con perseverancia
Llegar a un campo dominado históricamente por voces masculinas no fue sencillo. El camino estuvo salpicado de dudas y portazos; aun así, la periodista convirtió la incertidumbre en combustible. Cada mensaje que recibe de jóvenes aspirantes confirma que su historia funciona como faro en una profesión que todavía negocia espacios para las mujeres.

Convencida de que la formación continua es el mejor seguro, acaba de completar una especialización en análisis táctico en Barcelona. Con ello busca ampliar la conversación y elevar el estándar de la crítica futbolística nacional. Su sueño declarado es narrar un Mundial próximo —quizá el de 2026— llevando consigo esa mezcla de pasión, método y artesanía verbal que ya define su firma.

El terreno de juego cambia, las plataformas mutan y los ciclos de noticias se aceleran, pero Nair persiste en la simple certeza que la movió de niña: el fútbol merece ser contado con corazón y con inteligencia. Queda en su relato la promesa de que, mientras ruede el balón, habrá voces dispuestas a devolverle al deporte su dimensión humana y eterna.

Redacción: Romina Polti Pimentel