Tras una puerta discreta y un lobby que no revela su secreto, existe un refugio donde la belleza no es un acto de exhibición, sino un ritual íntimo. Allí, cada visitante se sumerge en una experiencia que va más allá del cuidado estético: un momento para reconectar consigo misma, respirar lejos del ruido y recordar que la piel también guarda historias. Ese es el universo de Nussa, un espacio que ha convertido la discreción, la personalización y la tecnología de vanguardia en un sello inconfundible.

Una boutique secreta en la ciudad
Cuando Camila y Fredy, socios y pareja desde hace una década, decidieron dejar sus carreras en banca, seguros y el sector automotriz para apostar por el cuidado de la piel, no imaginaban que su visión se transformaría en una boutique de culto para quienes buscan un trato exclusivo. Nussa nació durante la pandemia, alimentada por la pasión de Camila por el skin care y la determinación de ambos por crear un espacio donde el cliente no solo fuera atendido, sino escuchado.
Ese carácter reservado es parte de su encanto. El diseño interior transmite calidez, la agenda limita el número de citas diarias para garantizar atención plena y el servicio se siente más como una conversación entre amigos que como una transacción. En Nussa, el lujo está en la calma, en la certeza de que nadie espera apurar el momento y que cada tratamiento es un gesto de cuidado pensado solo para ti.

La ciencia al servicio del autocuidado
La propuesta de Nussa abarca desde limpiezas faciales hasta técnicas avanzadas en cejas, pestañas, labios y depilación láser. Pero más que un catálogo de servicios, es un manifiesto sobre cómo la tecnología puede potenciar resultados sin sacrificar la salud de la piel. Su equipo trabaja con protocolos adaptados a cada tipo de piel, seleccionando productos y técnicas que respondan a necesidades específicas, desde la hidratación profunda hasta la reducción de manchas o arrugas finas.
Entre sus joyas tecnológicas destaca una máquina coreana de última generación para depilación láser, capaz de ofrecer resultados visibles en pocas sesiones. Sin embargo, la verdadera diferencia está en el seguimiento: cada cliente recibe atención personalizada incluso después del tratamiento, asegurando que la experiencia no termine al salir por la puerta. Nussa no vende promesas vacías, sino bienestar sostenido.

De la experiencia personal a la comunidad
Camila y Fredy no se ven solo como gestores de un negocio, sino como anfitriones de una comunidad que entiende el autocuidado como un acto de empoderamiento. “Queremos humanizar la marca”, explica Camila. “Que se sepa quiénes estamos detrás, qué buscamos y hacia dónde vamos”. Hoy, su equipo supera las diez personas, entre cosmiatras, especialistas en marketing y asesores, todos comprometidos con la misma filosofía: cada visita debe sentirse como un reencuentro, no como una cita más.
En un mercado donde la inmediatez suele imponerse, Nussa apuesta por el tiempo, la escucha y el detalle. Sus clientes incluyen figuras conocidas que valoran la privacidad tanto como los resultados. Aquí, la belleza no se mide por miradas ajenas, sino por la confianza que se refleja en el espejo.
En tiempos de vidas aceleradas, Nussa recuerda que el verdadero lujo es detenerse. Entre paredes silenciosas y manos expertas, el cuidado de la piel se convierte en un acto de introspección. No se trata solo de verse bien, sino de sentirse plena. Al final, la belleza que perdura es aquella que, como su lema, realmente resplandece.
Escribe: Romina Polti