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The Influs Lab: Voces digitales que redefinen las conexiones de toda una generación

El último sábado de agosto, en el corazón de San Isidro, un espacio efímero se transformó en escenario de encuentro. Flores suspendidas, luces suaves y velas de arena componían una atmósfera íntima, casi ceremonial. Allí, The Influs Lab inauguró la primera edición del TIL Fest, un ritual contemporáneo de celebración, comunidad y presencia.

Una constelación reunida

El encuentro congregó a los talentos que dan vida al universo de The Influs Lab: voces que marcan tendencias en lifestyle, belleza y entretenimiento, y que diariamente inspiran a miles desde sus plataformas digitales. Fran Montenegro, Camila Bazán, Lidia Vega, Daniela Villalobos y Matilde León, entre otras creadoras, se dieron cita en un espacio concebido no como escaparate, sino como laboratorio vivo de vínculos.

“El TIL Fest fue una oportunidad para reunir a nuestros talentos en un espacio auténtico, donde pudieran conectar y disfrutar juntos”, expresó Nadia Tarazona, CEO de la agencia. Y la autenticidad se respiraba en cada rincón: en los bocados de La Botanerí­a, en la torta personalizada de Yza Homebaker, en la barra que unía a Bombay y Ron Barceló, en la delicadeza floral de Sorprende Lima. Todo estaba diseñado para evocar la sensación de hogar compartido más que la de un evento.

El lujo de lo esencial

Más que un festival, el TIL Fest fue un recordatorio de lo que significa crear comunidad en un mundo hiperconectado. Allí, entre risas, brindis y conversaciones, los creadores reforzaron lazos invisibles que sostienen el pulso de la industria. No se trataba de métricas ni de algoritmos: se trataba de personas.

En esa simplicidad residía la sofisticación del encuentro. En lugar de estandarizar, The Influs Lab apostó por curar experiencias que revelan lo humano detrás del brillo digital. La influencia, en este contexto, se mostró menos como espectáculo y más como gesto: compartir, inspirar, pertenecer.

Con el TIL Fest, The Influs Lab no solo consolidó su papel como agencia de representación de talentos, sino que trazó una declaración de intenciones: seguir construyendo espacios donde la influencia se vuelva tangible, donde lo colectivo prevalezca sobre lo individual y donde cada creador pueda encontrar un terreno fértil para crecer.

Al caer la tarde, mientras las luces se apagaban lentamente, quedó la sensación de haber asistido a algo más que un evento. Fue un instante suspendido en el que la influencia se volvió comunidad, y la comunidad, memoria.

Escribe: Nataly Vásquez