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Mishelle Sandhaus: Transformando la moda peruana en el New York Fashion Week

Nueva York vibra en septiembre con un pulso distinto: el de la moda convertida en ritual global. Entre luces que marcan tendencia y pasarelas que dictan discursos visuales, un nombre peruano resuena con fuerza propia: Mishelle Sandhaus. No llega como visitante ocasional, sino como invitada por tres de las organizaciones más influyentes del New York Fashion Week, consolidando su presencia en un escenario donde solo permanecen quienes entienden que la moda no es superficie, sino relato.

Una vida vestida de oficio

Productora de desfiles, asesora de imagen, crítica, docente, coach y directora creativa: 16 años de trayectoria no definen a Mishelle como acumulación de títulos, sino como alguien que supo habitar cada rol con disciplina y sensibilidad. Tres de sus modelos alcanzaron el reconocimiento como “Modelo del Año” en LIF Week, consecutivamente, como prueba de una visión que no solo proyecta estilo, sino que forma carácter. En 2023, su nombre se enlazó con el premio internacional “Miradas Mujer”, confirmando lo que ya se intuía: que su aporte excede lo estético y se instala en la dimensión del liderazgo.

La vulnerabilidad como motor

Ella misma lo admite con una lucidez que desarma: no hay cima definitiva. Cada logro es apenas la antesala de otro reto más alto, más exigente. Ese ritmo, agotador y a la vez vital, es el que impulsa su narrativa. Sandhaus no se muestra invulnerable; por el contrario, confiesa el peso del esfuerzo y la gratitud hacia quienes sostienen su camino: productores, marcas, fotógrafos, equipos de maquillaje y, sobre todo, una familia que se convierte en raíz y empuje. En su voz, la moda deja de ser industria para volverse comunidad.

La fe como estética invisible

Más allá de la técnica, del ojo clínico para las tendencias o de la experiencia internacional, hay en Mishelle un componente inesperado: la espiritualidad. “La palabra clave para mí es esperanza”, asegura, convencida de que aceptar las voluntades de Dios abre espacios, evita tropiezos y afina la intuición. Esa certeza se traduce en serenidad y en una forma distinta de habitar el vértigo de la moda: creer en lo invisible como parte del estilo.

En el espejo de Nueva York, Mishelle Sandhaus no solo representa a la moda peruana: la trasciende. Su trayectoria es prueba de que vestir, formar y crear puede ser un mismo acto de resistencia estética y de fe. Allí, en el centro del mundo, entre flashes y silencios, su figura recuerda que toda cima es apenas un punto de partida.

Escribe: Nataly Vásquez