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Chullschick: La historia del restaurante peruano que triunfa en Hong Kong

Abel Ortiz, un cocinero chalaco con alma callejera y visión global, se atrevió a levantar un pedazo del Perú en una de las ciudades más cosmopolitas del mundo. Su restaurante Chullschick, que fusiona pollería, cevichería y cocina criolla, no solo enamora paladares hongkoneses, sino que lidera la expansión de la gastronomía peruana en Asia. Esta es la historia de un sueño cocinado a fuego lento, con sazón, lucha y memoria.

Del Callao al mundo: el camino del fuego

Abel Ortiz no sabía dónde quedaba Hong Kong cuando le ofrecieron el trabajo que cambiaría su vida. En 2014, tras pasar por Uruguay y Argentina, llegó sin hablar inglés y con el único equipaje que no pesa en la aduana: el hambre de salir adelante.
Trabajaba para Jaime Pesaque y, aunque ya era segundo de cocina, no se esperaba que su siguiente destino lo llevaría tan lejos, literalmente, y en todos los sentidos.

Yo miedo no le tengo a nada. Yo soy callejero. Vine sin inglés, pero sabía que tenía que aprender rápido”, recuerda. Y así fue. A punta de Google Translate, conversaciones forzadas y enamoramientos en inglés, logró dominar el idioma en seis meses. Pero hablar inglés era apenas el primer peldaño.

Chullschick: un rincón del Perú en el corazón de Asia

Cuatro años tardó en entender el paladar hongkonés, explorar mercados, analizar tendencias y definir su estrategia. En 2018, junto a su esposa, abrió Chullschick un concepto híbrido que combina lo mejor de tres mundos: la fuerza de una pollería, la frescura de una cevichería y el corazón de la cocina criolla.

Pero el camino fue áspero. Justo antes de abrir, sus tres socios decidieron abandonar el proyecto, dejándolo con deudas, un horno traído del Perú y depósitos ya pagados.
¿Cómo iba a olvidar un proyecto por el que ya había pagado pasajes y depósitos?”, dice. Le tocó endeudarse y apostar todo por su instinto. Hoy agradece ese golpe: “Tomé el control total. Las decisiones fueron mías. Si me equivocaba, también era mi responsabilidad”.

Importar memoria, no solo insumos

Chulchic es el único restaurante peruano en el mundo que importa directamente todos sus insumos desde Perú. Pisco, ajíes, tamales, vinos, incluso las alpacas decorativas, cruzan el mundo para conservar la esencia del sabor original.

“Al comienzo iba con dos maletas llenas. Luego hablaba con proveedores, negociaba pallets. No se trataba solo de traer productos, sino de traer identidad”, afirma.

Además, en un esfuerzo por integrarse con la comunidad local, Chullschick colabora con artistas hongkoneses. El menú está ilustrado a mano por Eva, una artista local, y la decoración evoca una yunza andina, con cintas, piñatas y colores que hacen que entrar al restaurante sea una fiesta.

El fuego como lenguaje universal

Todo en Chullschick se cocina como en casa, sin tecnología sofisticada. “No sé cocinar en olla arrocera. Para mí, si no hay fuego, no hay lomo saltado. Y si el ceviche no pica, no es ceviche”.

El plato estrella, según Ortiz, no es otro que el humilde y versátil pollo a la brasa.
“El ceviche es icónico, pero el pollo es lo que comemos todos los días. Es el plato que conecta a los peruanos con su infancia, con su mesa”.

Y ese es el secreto de Chullschick: no solo vende comida, crea memorias. “Queremos que la gente se acueste soñando con un ceviche, con un seco con frejoles, con una leche de tigre después de una noche loca”, dice riendo.

Una bandera hecha de ají, pisco y lealtad

Más que un restaurante, Chullschick es una embajada emocional del Perú. La carta incluye causa, anticuchos, tamales, empanadas hechas desde cero y pisco sour con nuevos sabores cada semana. En paralelo, Ortiz viaja constantemente representando al Perú en eventos internacionales, como en Vietnam, Tailandia, Indonesia y China, cocinando para presidentes y sellando lazos diplomáticos con cocina criolla.

Su equipo —14 personas, entre ellos su hermano peruano y un chef mexicano— funciona como una orquesta sinfónica: prueban, corrigen y crean juntos. “Esto no lo hice solo. Lo hicimos todos. El equipo es la estrella”.

Más allá de la competencia, comunidad

Abel no cree en la competencia entre cocineros peruanos en Asia. Todo lo contrario: los promueve y celebra. Buenazo en Bangkok, Ceviche 21 en Corea del Sur, Feliz en Malasia, Dip Nikkei en Filipinas son algunos ejemplos, cree que cuantas más propuestas peruanas existan, más fuerte será la cocina nacional en el extranjero.

Un restaurante no se come la torta solo. Cuando uno entra y le gusta, busca otro. Así se construye el hábito de comer peruano. No es solo negocio, es una misión cultural”, asegura.

Chullschick 3: ¿la nueva escala del sabor peruano?

Con dos locales ya posicionados en Hong Kong, la mira de Abel apunta a una tercera sede. Aún no sabe si será en otra ciudad asiática o en el mismo Hong Kong. Pero lo que sí tiene claro es que la marca está lista para crecer.

“Colón no descubrió América en un día. Estamos en el camino, y el cielo es el límite”, dice, mientras se despide con una sonrisa de satisfacción.

Escribe: Cristopher Sam