A cinco minutos del Parque del Retiro, destaca un espacio que trasciende el concepto tradicional de cafetería. Marcos Gilligan convirtió su visión en un espacio llamado Socialty Coffee, donde la inclusión, la sostenibilidad y el café de especialidad se entrelazan para ofrecer mucho más que una bebida: una oportunidad.

Un propósito con aroma a infusión
Hace tres años, Gilligan concretó en Madrid un proyecto que venía madurando desde mucho antes. Su iniciativa, no fue creada con base en un esquema convencional, sino desde la certeza de que se puede generar una mejora auténtica mediante pequeños actos diarios. Situado estratégicamente cerca de su residencia, el concepto surgió con la intención de ser accesible y cercano, tanto física como emocionalmente. La cercanía al Retiro, uno de los pulmones verdes de la ciudad, lo ha convertido en un punto habitual para turistas y paseantes.
La elección del nombre también refleja una intención: “Socialty” fusiona “social” y “hospitality”, simbolizando su misión de unir amabilidad con impacto positivo. No se trata solo de ofrecer un producto, sino de provocar una reflexión sobre cómo cada espacio comercial puede ser, además, una plataforma de cambio.

El alma detrás del mostrador
Más que un negocio, este entorno se caracteriza por la energía que lo impulsa. La inclusión laboral de migrantes forzados es la base sobre la que se edifica su identidad. “Tenía el deseo personal de contribuir en algo más, de brindar oportunidades a quienes, por haber nacido en otro país, no tuvieron las mismas posibilidades que yo”, comenta su fundador con una sinceridad profunda. En su relato, se percibe que lo que lo mueve no es solo la solidaridad, sino también la búsqueda de una satisfacción interior: “A mí también me hace sentir bien poder ayudar a otros”.
Esa motivación se traduce en un ambiente donde los clientes no sólo consumen, sino que también participan. A menudo, quienes conocen la historia del lugar terminan apoyando de diversas maneras: desde compartir el proyecto en redes sociales hasta proponer colaboraciones con organizaciones sociales. La atmósfera que se respira es la de una comunidad en constante crecimiento.

Formación desde la experiencia
La curva de aprendizaje para quienes forman parte del equipo ha sido diseñada con cuidado para facilitar su incorporación. Aunque la propuesta comenzó como chocolatería y churrería, su evolución hacia bebidas especializadas requirió alianzas clave. Uno de sus principales colaboradores es Hola Coffee, reconocido tostador madrileño que ofrece capacitación teórica y práctica a los nuevos talentos. “Ellos enseñan desde las variedades del grano hasta los estándares de calidad”, comenta el dueño. La enseñanza real, sin embargo, ocurre en la práctica diaria: calibrar máquinas complejas, resolver fallas técnicas y dominar el arte de atender con calidez.
Este enfoque combinado —académico y práctico— permite que los baristas desarrollen habilidades transferibles a otros sectores laborales. Así,no solo brinda una oportunidad puntual, sino que también construye trayectorias a largo plazo. Es una escuela silenciosa que transforma vidas sin necesidad de ostentación.

Compromiso genuino con el entorno
El respeto por el planeta se manifiesta en cada aspecto de la operación. Desde envases biodegradables —sin rastros de plástico— hasta uniformes reciclados adquiridos en tiendas locales y estampados con el logotipo del emprendimiento, todo responde a una ética ambiental sólida. Lo mismo ocurre con los ingredientes: harinas orgánicas, chocolates de origen peruano de excelencia como los de Cacao Suyo, y una mezcla cuidadosamente seleccionada de granos provenientes de Perú y Brasil, curada por Hola Coffee. “Yo descanso tranquilo sabiendo que ellos cumplen con los estándares de calidad, trazabilidad y sostenibilidad”, afirma convencido.
Cada decisión busca minimizar la huella ecológica sin sacrificar la experiencia del consumidor. Incluso el mobiliario del local ha sido fabricado con materiales reciclados o recuperados, demostrando que la estética y la responsabilidad ambiental pueden coexistir y reforzarse mutuamente.

Una expansión con enfoque
De cara al futuro, la meta no es abrir más sucursales tradicionales. La aspiración es otra: ampliar el alcance sin sacrificar la esencia. “Buscamos alianzas con empresas para instalar pequeños espacios dentro de sus oficinas, lo que llamamos coffee corners”, explica. Esta modalidad permite que el acto de disfrutar una bebida se convierta en una experiencia social, donde el contacto directo entre los colaboradores —personas en proceso de integración— y los empleados fomentan el intercambio cultural. Este modelo también responde a una demanda creciente entre los jóvenes profesionales: desempeñarse en compañías que reflejen principios éticos.
Además, esta estrategia descentraliza el impacto, llevando el propósito a lugares donde la rutina suele automatizar las relaciones humanas. Así, la pausa para el café se transforma en un momento de conexión, empatía y conversación sincera durante la jornada laboral.

Un milagro entre tazas
Una experiencia reciente resume el espíritu de este sitio. Durante Semana Santa, mientras enfrentaba dificultades financieras, el creador de la cafetería compartía con un amigo la complejidad de atraer más visitantes. “Me dijo que necesitábamos un milagro”, recuerda. Fue entonces cuando, casi por intuición, envió un mensaje a Sebastián Yatra a través de redes sociales. El cantante no solo lo leyó, sino que decidió conocer el lugar y a quienes lo animan. “Nos generó un impacto emocional muy fuerte. Fue un encuentro auténtico”, rememora. La visita no solo trajo exposición mediática, sino que reafirmó el valor intangible del proyecto: la capacidad de tocar corazones.
Este tipo de episodios no son aislados: forman parte de una narrativa viva que se nutre de encuentros fortuitos, clientes recurrentes y voluntarios inesperados. Este café ha dejado de ser un simple local comercial para convertirse en un refugio urbano donde la esperanza se filtra en cada conversación.

Donde la infusión es excusa y la empatía, la esencia
Este espacio madrileño no busca competir por ofrecer la taza perfecta, aunque lo logra. Su verdadera misión es más profunda: brindar un lugar donde la hospitalidad es un acto de dignidad, y cada sorbo representa una historia, una esperanza, una segunda oportunidad. Porque aquí, más que despertar cuerpos, se despiertan conciencias.
La experiencia no termina al salir por la puerta. Muchos visitantes aseguran que, tras conocer el proyecto, modifican su manera de consumir, pensar e incluso de actuar en sus entornos. Es un efecto dominó silencioso, pero poderoso: una revolución que comienza con un gesto tan simple como compartir una bebida.
Redacción: Romina Polti Pimentel