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Black Tea: La revolución minimalista que visiona convertirse en franquicia

La historia de Black Tea no comienza con una taza. Comienza con una visión: redefinir el bubble tea no como moda pasajera, sino como una experiencia sensorial contenida en líneas puras, sabores curados y una estética black & white que no pide permiso para destacar.

Un sorbo de Taiwán, un trazo de Lima
Ubicados en el corazón del centro comercial El Polo, Andrés González y Diustin Nunura, dos jóvenes visionarios de apenas 19 y 21 años, han conseguido lo que muchos consideran improbable: convertir una bebida popular en una declaración estética. Con insumos importados directamente de Taiwán, Black Tea se presenta como una marca que no compite por cantidad, sino por carácter.

“El concepto nace de lo que nos representa —minimalismo, confort, autenticidad— y de una necesidad muy personal de no replicar, sino crear”, afirma Andrés, uno de los cofundadores. Lo esencial no está en la espuma ni en el azúcar: está en la intención de cada detalle, desde el sabor hasta el mobiliario del local.

El diseño como extensión del gusto
Nada en Black Tea es casual. Desde su carta hasta su diseño, todo ha sido pensado para evocar calma y sofisticación. “Queremos que la experiencia esté en cada sorbo”, añade Diustin. Y esa experiencia no se limita al gusto: incluye una atmósfera cuidada, una estética sin excesos, y la sensación de estar bebiendo algo que representa una generación que ya no teme ser joven y ambiciosa al mismo tiempo.

En un mercado saturado de imitaciones, ellos decidieron innovar. El resultado: una carta breve pero precisa, donde cada bebida tiene una razón de ser. Desde los clásicos bien ejecutados hasta el soda tea, una bebida gasificada con CO₂ inédita en el país, cada elección tiene un porqué. “Queremos que la gente descubra sabores nuevos, culturas nuevas, formas distintas de disfrutar”.

Una sociedad tejida en visión, no en edad
Ambos crecieron en entornos familiares de mentalidad empresarial. Y aunque comparten una edad que suele asociarse con lo efímero, la profundidad de su propuesta no lo es. “No se trata solo de hacer algo distinto, sino de hacerlo con propósito”, comentan. Ese propósito —crear una marca genuina que pueda franquiciarse sin perder su alma— es el hilo que los une.

El haber vivido fuera del país también marcó su manera de ver el mundo. “Al regresar, notamos un vacío en el rubro: todo era repetitivo, nada se arriesgaba. Ahí decidimos lanzar Black Tea: un concepto accesible, premium, y sobre todo real”.

Redacción: Romina Polti Pimentel